Cuando en la XVII (17) Serie Nacional de Béisbol Cubana, año 1977 – 1978, por primera vez, participaron 18 equipos, se desintegraba la unión existente entre avileños y camagüeyanos. Los primeros, dueños ya de su propio territorio, dejaban atrás los equipos de Ganaderos y/o Granjeros, para comenzar de esa manera, a tejerse la rivalidad entre las provincias de Ciego de Ávila Y Camagüey, pues los de la piña, ya querían su independencia en todos los aspectos.

Aun así, en los torneos Selectivos estas dos provincias, volverían a compartir equipo y “dugout” con el nombre de “Camagüeyanos”, algo que no le hacía mucha gracia a algunos aficionados y atletas avileños, que veían como se perdía la identidad de una tierra que ya tenía nombre propio. Pero las series Selectivas dejarían de ver la luz tempranamente para dar paso a otros torneos de élite, y el nombre de “Camagüeyanos”, fue el último vestigio de lo que sería el puente entre dos equipos que llegaron a convertirse en encarnizados rivales.

Veinte (20) Series Nacionales necesitó Ciego de Ávila para pasar a ser en un equipo de competencia, y en la temporada 1997 – 1998, en la XXXVII (37) Serie Nacional, ocurrió la inesperada transformación.

Era una serie de 90 juegos con 4 grupos clasificatorios. Camagüey, Ciego de Ávila, Las Tunas y el multicampeón Villa Clara se encontraban ubicados en el grupo C de la zona oriental. A pesar de que los avileños habían quedado en el 8vo lugar un año atrás por delante de agramontinos (10) y tuneros (12), los especialistas marcaban como favoritos a “naranjas” y camagüeyanos. Muy pocas oportunidades veían en tuneros y avileños, y hasta en una publicación del diario “Granma” llegaron a catalogar satíricamente a la selección de Ciego de Ávila como: “Yo, la peor de todas”, haciendo alusión a un filme argentino del año 1990. El claro favorito sería Villa Clara que había sido semifinalista una vez más, en la contienda anterior, pero como la clasificación a 8vos de finales era para 2 equipos por grupo, siempre hubo la esperanza de que alguien más se colara a bordo de los Play Off. Esa temporada 37, fue toda una locura desde su inicio. Restaban 90 juegos por jugarse.

Desde el comienzo del campeonato quedó claro que Camagüey andaba con serias intenciones de clasificación, ocupando desde el mismo inicio la cima del grupo, a golpe de pitcheo y bateo, pues bajo la dirección de Miguel Borroto y la asesoría técnica de Roberto Montero, el equipo se mantuvo como el más sólido en el promedio de bateo, terminando en la primera posición de este apartado con 296 de AVE. Aunque el equipo halaba muy parejo, las actuaciones del mascara Liván O´Farrill, el tercera base Miguel Caldés y un reaparecido y casi desconocido Loidel Chapellí, se unieron a otros establecidos como Luis Ulacia, Laidel Chapellí y Orlando González, para despuntar entre los más destacados.

Punto y aparte para Loidel Chapellí que estuvo desde el inicio en la banca, aprovechando cada oportunidad como emergente que Borroto ponía a su disposición, y despachando conexiones, muchas de ellas, en momentos que lo hicieron ver como un bateador oportuno, hasta que el inicialista Pablo Brook, pidió su salida de la selección y entonces el zurdo de Guáimaro se apoderó del primer cojín para no soltarlo, nunca más, hasta el último inning en el cual jugó para la selección camagüeyana.

Por otra parte, los del Villa Clara no estaban en su mejor año y entre sus problemas internos comenzaron a ceder terreno ante los camagüeyanos, y ya para el juego 45, la tabla de posiciones del grupo C mostraba un empate inédito en Clásicos Nacionales, pues de manera sorpresiva, los avileños habían logrado escalar a la cima del grupo dejando atrás a tuneros y naranjas. Su principal éxito radicaba en los lanzadores, y un bateador que lo estaba dando todo por su selección: Isaac Martínez.

Este bateador se ubicaba entre los primeros del torneo, equilibrando muy bien su AVE, OBP y cantidad de extrabases. El resto de la alineación parecía dormida, pero despertaban en el momento justo y cada cual tenía muy bien definida su misión. Con un primer bate como Roger Poll, y otros jugadores como Danny Miranda, Franklin López, Mario Vega y Roger Machado, lograban sacarle provecho a cada desliz rival, y a cada error de la defensa contraria. Se especializaron en ganar bases, y bajo la dirección de Darío Cid, comenzaron a avanzar en el campeonato, ganando juego a juego. Luchándolo desde el mismo inicio. Para eso, además, contaban con un excelente staff de lanzadores, con nombres como Ariel Martínez, Evasio Negrín, Iván González, Walberto Quesada, Michel Pino Feo, Richard Carrero y los hermanos Cervantes, Osmar y Cosmar.

Ese era su punto fuerte, sin dudas, con la actuación de sus lanzadores, iban logrando el milagro. Ya en la prensa y los medios de difusión nacional, el equipo de Ciego Ávila era la sensación del momento. Con la ayuda del narrador local Santiago Alonso, su colega Youry Santana y el estadístico Benigno Daquinta, los peloteros avileños recibieron sobrenombres a la altura del campeonato que estaban viviendo, y que mantenía soñando a toda su provincia: “El super” Poll, “El ninja” Vega, “El cañón de la Rosa” (Roger Machado), “El ciclón de Manguito” (Ariel Martínez) y “El Chispa” Isaac, eran algunos de los más escuchados, en el equipo de Ciego de Ávila que también pasó a ser “El terremoto avileño”.

En la televisión Nacional, la conocida comentarista Julia Osendi, se mostraba visiblemente identificada con un equipo avileño que defendía a capa y espada en cualquier escenario, y los bautizó con el nombre de “Los increíbles de la piña” o a veces “Los increíbles de Darío Cid”.

Por otra parte, en Camagüey, se vivía un momento de fervor beisbolero inigualable pues los fanáticos, soñaban con ver a su equipo clasificar, por primera vez a los Play Off en un torneo de 90 juegos. El estadio se mantenía abarrotado, pues además del importante ascenso en la ofensiva, talón de Aquiles de los equipos del Camagüey, los lanzadores se mantenían demostrando su valía sobre el box a golpe de resultados y la historia que les precedía.

Encabezados por uno de los mejores lanzadores del momento, Omar Luis Martínez, los agramontinos contaban con un cuerpo de pitcheo de lujo: Luis Campillo, Fernando Tejeda, Teófilo Pérez, Neurys Fernández, Luis Guevara, Raúl Reyes, y el debutante Vicyohandry Odelín, entre otros. Pero lo que nunca nadie pudo presagiar, es que a la llegada del juego 90, este elenco de lanzadores quedaría relegado al 2do lugar en PCL con 2.56, solamente por detrás de… ¡Imaginen quien!: Ciego de Ávila con 2.41 PCL.

Pero en el juego 45, muy pocos le daban crédito a los “increíbles de la Piña”. Recuerdo como en las transmisiones de béisbol de Radio Cadena Agramonte (RCA), en ocasiones, y en la medida que avanzaba el torneo, se iba haciendo habitual el tema de conversación entre entrada y entrada, que sostenían los narradores de antaño, “Pepe” Cardoso y su compañero Basulto. Cardoso, aseguraba que a los avileños se les acababa la gasolina en medio del golpe de suerte que estaban viviendo. Y Basulto, era del criterio, que la constancia del paso avileño, llegaría hasta el final.

Muchos camagüeyanos, en la recta final del campeonato, alternábamos las transmisiones de RCA y Radio Surco, para ir viendo “que estaban haciendo los avileños”, y si Camagüey ganaba, había que saber que hacía Ciego de Ávila, para ir sacando cuentas.

 Fue una temporada tensa, bonita, y competitiva. En cada hogar camagüeyano, se seguía el béisbol de manera radial pues como ya estamos acostumbrados, la TV nacional no le daba mucha cobertura a los tinajoneros, que en aquel entonces aún no eran “los Toros”, como tampoco los avileños, eran “los Tigres”.  Después de que Bobby Salamanca, bautizara a una selección de la provincia de Camagüey, como “Los Incapturables”, en esa 37 Serie Nacional, Modesto Agüero tenía la costumbre de nombrar a los agramontinos como “Los Guerreros del Mayor”. Eran tiempos de mucha idiosincrasia cultural, y la defensa de las raíces territoriales, junto a la competitividad y rivalidad de ambos equipos, iba preparando el terreno para lo que sería la chispa que prendió el incendio que en la actualidad envuelve a ambas selecciones.

Cuando apenas faltaban 4 juegos para llegar al final de la etapa clasificatoria, aún no se había definido quien sería el cabeza de grupo, pues ambos equipos luchaban a brazo partido por la supremacía del Pool C. Era reglamentario que cada equipo efectuara 10 partidos con los integrantes de su mismo grupo, y ya, avileños y camagüeyanos llegaban al décimo y último juego con un balance positivo de 5-4 para los del Tinajón. Se efectuaría el encuentro en una noche de abril del 1998 en el Cándido González a gradas llenas. Camagüey , con  la oportunidad de asegurar el cotejo particular, mientras los de la piña buscaban igualar la balanza para que, en caso de empate, al término de la clasificación, Camagüey no tuviera ventaja alguna sobre ellos.

Pero el juego estaba difícil para los de Darío Cid. Perdían 7 -2 en el 7mo capítulo, mientras se enfrentaban al imbatible Omar Luis Martínez, dueño de una curva que lo estaba llevando a ser el líder en ponches y juegos ganados de esa 37 Serie. Además, durante todo el torneo había sido verdugo implacable del “Terremoto Avileño”. Esa noche no era una excepción y ya había propinado más de 10 ponches a la batería rival. El público, enardecido y desbordante pedía y coreaba cada ponche, la conga sonaba estruendosa y el ruido era ensordecedor. Por eso, las 3 carreras que sumaron los muchachos de Darío Cid a la pizarra y que puso el juego 7 – 5 en el 8vo, no era de preocupación para nadie. Pero esa noche, los dioses del béisbol deseaban divertirse, y todo comenzó a cambiar.

En el principio de la 9na entrada, con hombres en 1ra y 2da, Borroto puso toda su confianza en Omar Luis que mantenía una velocidad respetable, y tras un error a la defensa de Miguel Caldés, que provocó que se llenaran las bases, el camarero Mario Vega intercambió algunas palabras y miradas desafiantes con Omar Luis. Era algo que había estado pasando durante cada juego entre ambos equipos, y en este 10mo juego, las tensiones habían alcanzado niveles más altos. Rectas pegadas, y tiradas fuertes en las bases, por ambas partes, los de la piña con todo el empuje de lo que representaba tener más de 50 victorias en el bolsillo, algo inédito para ellos. Camagüey, jugando en su patio, bajo la mirada de su afición, siempre exigente. El orgullo y honor de ambas tierras, de la misma raíz, pero ahora separadas por divisiones “político administrativas”, y por algún que otro motivo sentimental. Todo estaba listo para que el estelar lanzador nacido en Esmeralda,  en un exceso de temeridad, con el bateador en cuenta completa de 3 y 2, retara al “Ninja” Vega con una recta rápida, partiendo el home plate, y el excelente bateador,  de contacto, hizo su trabajo conectando larga línea al jardín izquierdo y central, para limpiar las bases y desde el segundo saco y con gestos de eufórico triunfo, se dirigió a la grada, y al banco del equipo local, mostrando toda la superioridad que le brindaba el momento. Acababa de explotar al estelar lanzador y le daba un vuelco al marcador que parecía un cubo de agua fría.  Después del 3er Out y con el juego 8-7, todo quedaba listo para la última oportunidad agramontina.

Darío Cid echó mano a su cerrador para enfrentar a la batería de Miguel Caldés, Orlando González y Liván O’Farril. El cuarto bate camagüeyano hizo swing de jonrón con toda la intención de igualar el marcador,  y a pesar de que la bola dio contra la cerca entre left y center, quizás en un exceso de confianza, el bateador corredor fue puesto Out en 2da base, en una jugada cerradísima que provocó la salida inmediata de Miguel Borroto y el cuerpo de dirección al terreno, que protestaban enérgicamente, sabiendo que ese hombre en 2da era vital para las aspiraciones de triunfar. Los jugadores de ambas bancas salieron al terreno, pues Miguel Caldés se deslizó fuerte. Los árbitros no alcanzaban a contener lo que sucedía. El público se sentía como una descarga de tambores. Tal parecía que se estaba jugando la final de la Serie. Se podía percibir la tensión en el ambiente, tanto así, que Miguel Borroto fue expulsado, y necesitó ser atendido a causa de una crisis de dolor precordial e hipertensión arterial. Nada pudo evitar que la jugada volviese a atrás y luego de ese Out 25, cayeron uno tras de otro, el 26 y el 27, para dar fin a un juego de pelota que aún dejaba para los finales otras emociones, menos afortunadas.

El equipo de Ciego de Ávila salió del estadio henchido e hinchado de felicidad por haber logrado empatar la subserie particular y volver a abrazarse en la cima con Camagüey. Los intercambios entre la enardecida fanaticada local, que, en medio de la impotencia, no lo podían creer y los atletas avileños, se pusieron intensos y preocupantes. Las fuerzas del orden tuvieron que plantar cara para evitar males mayores. Y el ómnibus de la piña se iría feliz, entre risas y música, que dejaban claro todo el desborde de alegría que se estaba viviendo en ese vehículo, de regreso a su provincia donde ya los esperaban con los brazos abiertos.

Quedaba una última subserie donde Camagüey enfrentaría a un desmotivado Las Tunas y los avileños irían contra los siempre difíciles, pero desanimados Naranjas. Ya ninguno de esos rivales tenía nada que perder, mucho menos que ganar. El resultado final fue: barrida por partida doble. Ciego y Camagüey lograban los mejores resultados de su historia para un torneo de 90 juegos con 57 victorias y 33 derrotas. Ambos con resultado idéntico de 5 – 5 en el enfrentamiento particular. Todo quedó definido por las carreras a favor, y en contra. Y de esa manera, Camagüey logró ubicarse primero, por una nariz.

¿El premio?: Comenzar el Play Off en casa. ¿El contrincante?: Otra vez “Los increíbles de la piña”. ¿Qué si habría rivalidad?: Una tonelada de “pique y de riña”, como se dice en buen cubano.

 ¿Qué qué sucedió?: Bueno, mis estimados lectores… eso se los contaré en el próximo encuentro, porque ya por hoy, se apagan las luces del estadio.

Y tanto, avileños como camagüeyanos, todavía tenían que preparar sus armas para el esperado Play Off.

Nos veremos de nuevo, ese día, en el estadio, para contarles que sucedió entre piñas, tinajones y palmitas. 

Un comentario en «Camagüey y Ciego: El origen de una rivalidad»

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