Desde los tiempos más remotos, los hebreos hacían uso de las cábalas como tradición mística basada en conjeturas y suposiciones que les servían para el presagio de lo prácticamente impredecible. 

En el veleidoso deporte, y en el apasionante mundo del beisbol, algo muy parecido suele suceder.

El pasado 24 de Octubre, el día comenzó tranquilo para Los Toros de la Llanura que irían a un enfrentamiento contra Los Piratas de la Isla en sus predios del Cristobal Labra. 

Aunque el juego comenzó enredado para los del Camagüey con la explosión de su abridor Juan Sebastián Contreras, todo se enderezó cuando vino al rescate otro Juan, pero de apellido Olivera. Mientras tanto, Camagüey se desataba a batear, logrando empatar el partido e irse arriba a punto de llegar a poner el juego con ventaja de 4 anotaciones en el 6to Inning. Pero ese era el día marcado para el comienzo de la hecatombe. 

Olivera, se fue dignamente, y dejó todo listo para que Sergio Guerra y Yormani Socarras, permitieran el abrazo a 6 carreras en el 9no capítulo. La mesa estaba servida para aplicar la regla IBAF.

De manera contundente y con bambinazo de Moa, Camagüey hizo un racimo de 4 carreras que parecían lapidarias. Pero los Piratas, heridos en su amor propio, no solo lograron hacer esas 4, sino que además sumaron otras 2 por obra y gracia del jugador sustituto Aquimo Jiménez que despachó vuelacercas con la casa llena de pineros, para, en un dramático juego dejar tendidos al campo a unos Toros que no se lo creían, y que no sabían aun que estaba comenzando un mes de penurias y derrotas. Socarrás y Sorís, fueron los villanos de un juego, donde la dirección del equipo dejaba más penas que glorias. 

Derrotas contra Industriales, Mayabeque, Pinar y Cienfuegos fueron parte del camino espinoso que Camagüey tuvo durante varios enfrentamientos hasta que llegó la tarde del 24 de noviembre. Exactamente, un mes después, como comienzo de una cábala esperanzadora presagiando el final de 30 días malditos. 

Primero, para no perder el hilo de esos 30 días, se subió al montículo el No 30 de los Toros, en tarde de lujo, lanzando con su soltura habitual,  9 sólidos innings que aunque no le bastaron para ganar, si sirvieron para acallar los bates de los Piratas, y algunas que otras bocas. Era como una señal de que se iban viendo los primeros rayos del sol después de varios días de lluvia. 

Una vez más, Juan Ramón Olivera, tomó la bola para mantener el abrazo, pero tras 4 entradas de infértiles resultados para uno y otro equipo, donde la pizarra marcaba cero carreras, en el intento de marcar al menos una, ayudados por un error de Ayala, y otros demonios, La Isla marcó un racimo de 4 para regalar un cubo de agua fría a los camagüeyanos. Tal como había sucedido en el 1er juego, aquel del Labra, aparecía una ventaja de 4 carreras, como sentencia casi final. Solo un milagro podía lograr que se repitiera la historia. Y ocurrió…!

Dice un refrán que donde hay desquite, no hay agravios, y Alexander Ayala, que con un costoso error había contribuido a la alegría pinera, esta vez amargó el vino del festín pirata, conectando doble que limpiaría las bases y empataría el juego a 4 carreras en el inning 13. Cada vez más, se iba pareciendo este juego, al efectuado en la Isla. Solo faltaba que Jorge Cardosa, como jugador sustituto, igual que lo había hecho Aquimo,  conectara el hit que dejara al campo a La isla. Era mucho dramatismo, para que fuera una historia exactamente igual. En la Isla, el principal responsable de la desgracia, fue un veterano: Yormani Socarras, tan veterano como Wilber Pérez que en esta ocasión, fue la victima del empate de Camagüey en este segundo juego. La misma situación: Soris soportando la conexión decisiva, mientras que un relevista de La Isla, podía ser el que recibiera la conexión final por parte de Cardosa. Todo preparado para una historia con el mismo desenlace…pero Cardosa falló, y la cábala, se esfumó, y así…el juego fue suspendido por oscuridad.

Al día siguiente, Olivera, todo Coraje…logró un cero que valía la victoria, en el principio de la entrada número 14. Y cuando le tocó el turno al bate a Camagüey, un error en tiro del inicialista de los pineros, abría las puertas del Home para la carrera del gane de los Toros. Y adivinen quien era ese primera base…Pues si! Era Aquimo Jiménez, el mismo que decidió el juego para su equipo, un mes atrás, en esta ocasión, también lo decidía para Los Toros…coincidentemente, como jugador sustituto. 

Fue un juego donde, después de un mes, Cousin volvió a reencontrarse con la forma deportiva acorde a su calidad, donde Ayala logró hacer las paces con el viejo hábito de empujar a la hora buena, donde Leonel Moa pudo volver a conectar más de un imparable. Un juego que nos llevó a otra victoria, en el partido efectuado a segunda hora, como para mostrarles a los jugadores de Camagüey que en un mismo día, también se pueden ganar dos veces. Donde Los Toros pudieron dejar, otra vez, fuera de combate a su rival, y así hilvanar una cadena de al menos dos victorias, algo que no había podido lograrse en todo un mes.  Fue un partido inspiración para Leonel Moa que volvió a probar el sabor de los extrabases y las carreras impulsadas. Y así, siguiendo la ruta, Los Toros volvieron a tomarle el gusto a las remontadas…otra vez Ayala, una vez más Bravo, nuevamente: Equipo.  

De esta manera, pudieron ganar 3 juegos consecutivamente para vencer en el enfrentamiento particular a los Piratas, y hasta se pudo robar todo el botín, si en el juego del adiós se hubiera empujado a la hora buena, a la hora de recoger los bates, en el momento de las definiciones. 

Aunque se perdió el último juego, el sabor, hoy, se siente más dulce…el espíritu, más bravo, para así, enfrentar a Leones hambrientos que aún no olvidan, que todavía recuerdan. 

Quizás si, tal vez no. Pero ese juego contra la Isla, un mes después, lleno de cábalas y signos, pudiera ser la señal con la cual el equipo camagüeyano cierre un ciclo adverso, para abrir otro ciclo de nuevos vientos y de nuevas alegrías. Con la felicidad del abrazo ya no tan lejos de Yariel Rodríguez. Con la esperanza del ímpetu, cada vez más cerca, de Leslie Anderson.

Tanto en el beisbol, como en la vida…el futuro es incierto, y “cada jugada está escrita en el viento”. Pero mientras haya un poco de “Buena Fe” envuelta en pasión…Los Toros seguirán jugando para triunfar, y sus seguidores más fieles, continuaremos creyendo en las cábalas, para seguir soñando.

 

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