Desde que se descorrieron las cortinas de esta Serie Nacional 61 en el subconsciente de los aficionados más optimistas se albergaba la palabra sufrimiento. Era casi imposible aferrarse al milagro de una actuación decorosa del equipo Camagüey cuando buena parte de la columna vertebral del equipo se nos había esfumado como agua entre las manos. Peloteros del calibre de Loidel Chapellí Jr., Yandy Yanes, Yousimar Cousin, Leonel Segura, Roger Trenchs, Carlos Pérez no tenían el relevo adecuado para tapar semejante vacío. A eso sumar la ausencia de Yadier Rodríguez que desde la tierra del sol naciente brinda sus prestaciones bajo el amparo de la Federación Cubana de Béisbol.
Al controversial mánager Miguel Borroto (querido por unos y odiado por otros) se le daba la tarea de volver a tomar las riendas del equipo y activar la varita mágica para sacar el mayor provecho a un equipo diezmado en todos los sentidos. Se comenzaron a rescatar jugadores que habían pasado al olvido y que no constituían interés para la provincia y se volvió a la fórmula de integrar a los “famosos importados ” a las filas del conjunto. Se intentó volver a reclutar a Juan Ramón Olivera, pero el derecho granmense no estuvo muy de acuerdo con las condiciones existentes y desistió de unirse al equipo. Finalmente fueron cinco (6) los peloteros traídos de otras provincias y que muchos de nosotros llamados “descartes” por no estar en el radar de ninguna comisión provincial. Exceptuando a Asniel Fonseca que es una figura jóven en franco proceso de desarrollo, los cinco (5) lanzadores convocados poco han podido aportar a la causa de la selección y han privado de al menos darle la oportunidad a lanzadores jóvenes de la provincia, aún cuando no cumplan con los estándares de calidad de la competición.
Solo basta clavar las miradas hacia el terreno para ver a un equipo apático, carente de toda motivación. No sabemos muchas interioridades del plantel, pero desde la serie pasada el aire que se respira en el dugout es bien denso y eso se refleja en el estado de ánimo de los peloteros. Bien pudiéramos adentrarnos a investigar sobre esos tópicos, pero los mecanismos están implementados para que esto no sea posible. Ni un jugador se arriesgará a ser sancionado por dar declaraciones a medios no oficialistas ni acreditados, ni es interés de nuestro proyecto poner a un atleta o directivo en semejante posición. ¿Recuerdan las entrevistas que tan gentilmente ofrecía Miguel Borroto a nuestro proyecto?… lamentablemente son cosas del pasado que por el momento constituyen una utopía volver a hacerlas realidad.
Volviendo a colocar el foco en nuestro desvencijado equipo nos vienen muchas preguntas a colación:
¿Dónde está el supuesto sabermétrico del equipo y si su trabajo está siendo tomado para los análisis pertinentes después de cada desafío?
¿Por qué se siguen colocando a jugadores en el line up a pesar de su bajo rendimiento y se insiste con lanzadores de pésimo rendimiento una y otra vez?
Referente a la última pregunta sabemos a ciencia cierta que no contamos con la materia prima necesaria en el pullpen, pero es inaudito no extraer del box a un lanzador que llega para sofocar una rebelión y regale dos (2) bases por bolas consecutivas sin el menor comando en sus lanzamientos. Automáticamente se extrae del montículo y se experimenta con otro hasta que se de con el que tenga el día de gloria y pueda sacar los importantes outs de la entrada. Mucho he recordado por estos días al siempre polémico Víctor Mesa que era tajante con sus serpentineros cuando no cumplían con la tarea que se les orientaba.
Es un hecho que los peloteros son los actores principales del espectáculo, pero la dirección es la encargada de la toma decisiones que conlleven a un resultado positivo y a exprimir al máximo el potencial de un jugador en función del equipo. Es alarmante la manera tan mala que se corren las bases, la nula capacidad de poner la velocidad (carente en el equipo) en función de la ofensiva, el corrido y bateo hacia la banda contraria, las excesivas veces que se batea para doble play privando la posibilidad de un rally, el sobreuso de la jugada del toque de bola cuando se puede optar por jugadas mucho más efectivas. Pudiéramos extendernos muchísimo más y hasta ejemplificar cada punto de los abordados con situaciones reales de juego, pero a buen entendedor pocas palabras bastan.
La fanaticada busca respuestas a sus interrogantes y nadie da la cara ni sale a la palestra pública a explicar la triste situación, o al menos a disculparse con el respetable. Se han ido treinta (30) partidos, tenemos balance de (12 – 18) y nadie, partiendo del INDER y la mismísima comisión provincial, han rendido cuenta ante una afición que merece y exige respeto. No se trata de perder, la derrota forma parte del juego. Es caer con las botas puestas, dando espectáculo y jugando a la pelota como Dios manda. Tal pareciera que se han depuesto las armas y se ha ondeado una bandera blanca en señal de rendición.
Aún restan cuarenta (45) encuentros y a pesar de todos los pesares estamos vivos. Nos separan solo tres (3) juegos de la zona de clasificación, pero la remontada es ahora o nunca. El conjunto necesita una reunión sumaria donde se limen asperezas y se concientice que solo jugando de manera alegre e inteligente se puede salir de este agujero negro. Los directivos son los primeros que deberían dar el paso al frente, apoyar la idea y aunar voluntades. En sus manos está que la afición los siga apoyando, se llenen las gradas del Cándido González y les otorguen un voto de confianza.