Los Piratas de la Isla le propinaron a los Toros camagüeyanos su primera derrota de la subserie pactada a tres (3) desafíos. La pizarra reflejó un score de 8-2 que solo pone de manifiesto que la nave taurina no logra encausar su rumbo y cada vez los cantos de sirenas hacen eco hasta en los oídos de los más optimistas.

El derecho Frank Madan fue la designación por el alto mando agramontino para encaramarse en la lomita de los suspiros, y el moreno de la calle Horca lo hizo de muy buena manera por espacio de cinco (5) entradas donde soportó una inmerecida anotación producida por par de marfiladas de la defensa (Gómez y Samón) unido a un passball del máscara Yendri Téllez.

La ofensiva camagüeyana parecía caerle desde temprano a los envíos del veterano zurdo Wilber Pérez, pero el batazo clave nunca llegó y a cuenta gotas pudieron registrar par de anotaciones que a la postre fue todo lo que pudo facturar la caja registradora.

Ya en el sexta entrada Madan acusó de cierto cansancio y los piratas empataron el partido. El mal pudo ser mayor, pero el mal corrido de bases de los isleños propició que ambos equipos se fueran abrazados al llamado inning de la suerte.

Los bates de los de la tierra del Mayor se silenciaron por completo en el último tercio del choque, Madan explotó en el lucky seventh (a mi juicio no debió abrir esa entrada) y tanto los relevistas Angel Luis Márquez como Lisander Hernández fueron incapaces de contener la rebelión pinera en una interminable entrada que signó los hilos del encuentro.

Con un equipo de capa caída fue cuestión de tiempo la derrota veintiuno (21) de los pupilos de Miguel Borroto, que ven como poco a poco se van esfumando los sueños y la empatía que le sigue profesando su más fiel afición.

Mañana será otro día, pero si los tres (3) aspectos del juego de béisbol se comportan de la misma manera que presenciamos hoy será otra fecha de sufrimiento y frustración pues con siete (7) inatrapables, ausencia del batazo clave, cuatro (4) marfiladas y un pitcheo de relevo de lágrimas cualquier posibilidad de victoria se torna completamente esquiva.

Por el momento no queda otra que aferrarse a un milagro.

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